Fotografia de Jesús Páez
El Sol se pierde por
el horizonte, mientras la Tierra se oscurece. La nubes se tiñen de color oscuro
mientras el horizonte se incendia con los últimos rayos del dios Júpiter y la
soledad desnuda de caricias se siente en la piel y en la mirada.
Un día el Sol
simplemente no renacerá para mi, la noche será eterna y las nubes contendrán
quizás unas moléculas de carbono que emanaron de las cenizas del último día.
Solo eso.
Pero hoy el mundo,
tal vez mas perdido que ayer, sigue girando imperturbable sabiendo que los que
estamos desorientados somos nosotros, criaturas deshilvanadas de la Naturaleza.
Enraizadas en empeños improbables y desprendidas de las ramas del saber antiguo.
La sospecha de haber
vivido solo un sueño se hace presente en la luz que se desvanece y en el hastío
que nos devuelve al frio de la noche.
Sin embargo el
hambre en el mundo es una constante que nos avisa que algo va mal que no
funciona, pero estamos soñando que nuestra pequeña y escasa realidad es la
única posible.
Pobres ciegos
egoístas y necios, la luz del Sol se desvanece para todos.